El discurso de la mierda

Desde hace unos días, estoy pensando en escribir un guión de cine. Sobre todo teniendo en cuenta que la poca inspiración poética que he tenido se va agotando poco a poco y cada día me cuesta más escribir versos. Y además cada día son peores. Como no tengo ni puta idea de qué va ir el guión (la verdad es que cada vez lo tengo más claro, y lo voy perfilando, pero mola más decir que no tengo ni puta idea de qué va a ir el guión), me dedico mayoritariamente a escribir diálogos y monólogos para sus protagonistas. No tengo muy claro que tengan algún valor. De hecho, no tengo nada claro que vaya alguna vez a terminar un guión, dadas mis inmensas dificultades para acabar cualquier cosa que empiezo. Así que, por el cosquilleo que me provoca publicar cualquier mierda que escribo, os dejo aquí uno de los discursos. Se llama como el título del post (para algo sirven los títulos). El discurso de la mierda.

Ricardo Izecson Da Merdá, A.K.A. KaKá:




Mira, no te preocupes. En el fondo, una mujer enamorada de ti, verá en cada cosa que tienes, en cada detalle, por muy malo que sea, algo único y especial. Eso es algo que tenemos muy muy en común con ellas. ¿Porque os ha pasado, verdad? Os ha pasado. Y así vivimos, que tarde que temprano llega el desengaño. Porque no nos confundamos, en el fondo no somos para tanto. Somos seres completamente prosaicos. Sólo un momento puede ser poético. Una persona, pues no.

Y algo que corrobora totalmente mi teoría es uno de los actos más universales del mundo. ¿El sexo? No. El acto de defecación, por decirlo de alguna forma más o menos elegante, porque cagar, fíjate como será el tema, no tiene una puta palabra bonita para referirse a ello. Ni hecho a posta, oye. Es desagradable. Pues eso. Cagar. Es lo más desagradable del mundo. Tu te imaginas a quién sea, por mucho que te atraiga, imagina, Jessica Alba, que sé que sois todos muy pajilleros (yo también, todo hay que decirlo). Tu te imaginas a Jessica Alba sentada en el water... pero imagínatela desde todas las posiciones, ¿me captas? Ahí, desde todos los ángulos. Y te parece un ser desagradable.

Porque ese es uno de los regalos que Dios, si existe, nos ha hecho. La mierda. Para recordarnos que somos... no sé, unos bichos asquerosos. La mierda. De hecho, yo muchas veces me levanto del water, miro (si, a veces miro, no vamos a andarnos con tabúes a estas alturas de la noche) y digo, coño, ¿yo he hecho eso? ¿Eso ha salido de mi? ¿Esa mierda enorme? Es como algo extraño, como una sorpresa. No sé, uno espera hacer cosas buenas en la vida, pero al menos una vez al día hace una cagada. Si, una cagada. Por lo menos una vez al día, todo ser humano la caga.

Es cierto, un mensaje de Dios. Nos hizo a su imagen y semejanza, bla bla bla, pero él no caga. Sólo puedes ser un Dios el tiempo que puedas aguantar sin cagar. Es como un mensaje de que todo va bien, pero tarde que temprano olerá a mierda. Dios, la caca es una metáfora en si misma.

Porque nosotros, en nuestro empeño, siempre hemos huído de eso. Incluso ahora comer es un acto estético. Al principio era una guarrada, poco a poco fue mejorando la cosa. Y ahora hay platos que parecen Picasos. Que más que comer, sientes que estás absorbiendo arte. Pero para cagar no. Nunca se inventará una forma de hacerlo bonito. Siempre estaremos condenados a la mierda.

Y por eso, tarde que temprano, entras en el baño tras ella, y te encuentras ese olor a mierda, que se entremezcla en tu cabeza con el perfume de tu chica, hasta hacerse uno. Y terminas pensando en ella, no mientras deshojas una puta margarita, sino cuando cagas. Y ahí es donde toda la magia termina. En el puto retrete.